viernes, mayo 08, 2009

Bah

Pero en el fondo, siempre esas ganas de partirle la cara a la vida, de darle dos hostias. En el fondo, esa impresión de que la vida sigue estorbando.

jueves, abril 30, 2009

No sé

Trazaste tantos caminos que al final te perdiste en el laberinto. Te volviste a fallar cuando más te necesitabas. Diste pasos, muchos; todos ellos en falso. Ninguno te llevó por la senda adecuada. O la que a día de hoy crees adecuada. Lo doloroso de tu caso es hasta en la actualidad desconoces lo que es apropiado o no, aunque a veces hagas ver que lo intuyes. Amarras sueños que se evaporan como todas esas lágrimas que derramas sin saber por qué, que se secan y pisas sin darte cuenta. Guardas en la tumba todas tus esperanzas, el oxígeno que pierdes en cada fracción de segundo en el que (des)vives. Temes acercarte a ella no vaya a ser que te atraiga, te guste, te quedes… y ya no salgas.

martes, marzo 17, 2009

Carta de (des)amor

Te echo de menos. No me dabas nada. Pero dejabas que te mimara, que te tocara, que te acariciara, que pintase con pintura transparente mis sueños en tu piel. Al menos me querías. No como yo quisiera que me quisieras pero al menos a veces notaba esa sensación. Como si las mariposas revolotearan en mi estómago haciéndome tantas cosquillas que prácticamente el que volaba entonces era yo. Pasa el tiempo. Y te veo cada vez menos. En realidad eso es un favor. O no. Porque por más que busque, por más que rebusque, todo lo que aparece no consigue borrar esos recuerdos que parece que grabaste a fuego en mi corazón. Tú estás con otro. Tan feliz. Y aún me dices que me echas de menos. Perdóname, pero entiende que no entienda nada. Es lo que faltaba. Se me revuelve el estómago cuando recuerdo el momento en el que me lo dijiste. En el que no hubo palabras. En el que me bastaron mis propios ojos para contemplar que el elegido para la gloria no era yo. Recuerdo cómo lloré luego. Recuerdo cómo te engañé cuando me llamaste y te dije que estaba de puta madre. Estaba de puta pena: llorando, en casa, lamentándome una y otra vez. Por dos años bañados en fe, ilusión, perseverancia y todas aquellas cosas que todos me decían que debía tener para lograr tu amor. Yo no dejé nada de eso a un lado. Creí en ello, pero por otra vía paralela, y mucho más corta, apareció esa otra persona a la que a día de hoy envidio por tener el mérito de conseguir en tres meses, o incluso, menos, lo que yo en tanto tiempo ni rocé. Hoy me toca mentirme y resignarme. Aun cuando te veo, incluso, creo que te puedo conquistar. No comprendo muy bien el significado de tus miradas: no sé si me miras con pena, con amor, con tristeza o con asco. No lo sé ni lo quiero descifrar. Intuyo que es una mezcla de las tres primeras, porque si algo nunca podrás echarme en cara es que te diera algún disgusto, algo que fuera en contra tuyo, algo que te hubiese podido doler. Recuerdo cómo preparé el regalo de tu cumpleaños. Recuerdo que mi mejor amigo me echó una mano y recuerdo que me paseé por todas las tiendas para encontrar todos esos detalles que tanto deseaba que te gustasen. Recuerdo que uno de mis amigos me dijo que ese tipo de regalos se les hace a las mujeres cuando llevas 50 años casada con ella y sabes que su lealtad y fidelidad son tan ciertas como el azul del cielo. Una amiga me dijo que ante tal esfuerzo se derretiría. Yo por entonces sólo pensaba en hacerte sonreír con algo original. Lo conseguí, pero me volví a quedar con esa maldita sensación. Hoy echo la vista atrás y reconozco que a veces te echo de menos. No negaré que cierro los ojos y te veo, y recuerdo el primer tímido beso, el primer tímido abrazo, la primera tímida caricia... Y por más vueltas que le dé, por más que me mueva en la cama buscando la posición perfecta para soñar, sigo sin conseguirlo si no es a tu lado.

Añicos

Cuando hablo del amor me río. Digo que me da igual. Que me la pela estar solo o mal acompañado. Y en cierta manera es verdad. No noto esa ansiedad por estar con alguien a toda costa o por el simple hecho de estar. Eso me da bastante igual. Pero a veces veo a esa gente que prefiere estar con alguien y que ese alguien sea el primero que se le cruce, y me da por pensar. Además creo disponer del don de dificultad. Elijo siempre la menos asequible, la más complicada. ¿Qué cómo sé distinguir entre la "fácil" o la "difícil"? Muy sencillo: cuando, por ejemplo, conoces a dos chicas y ves que una te mira constantemente, con esos ojitos de deseo o vetetúasaberqué y, con tu amigo de turno, eliges la otra, la que apenas te mira pero a la que, ya sea por su misticismo, pasotismo o dificultad, prefieres antes que a la que, hablando en plata, tienes a huevo. Luego ves a tu amigo dándose el lote y tú comiéndote los mocos. Pero no pasa eso solamente en ocasiones accidentales o en salidas nocturnas o fiestas. ¡No! También pasa en lo cotidiano. ¿Que ves que la chica pasa de ti? ¡A por ella! ¿Que ves que hay una a la que sí le haces 'tilín'? ¡Qué le den! Así de gilipollas suena y así de gilipollas llegamos a ser algunos individuos de la raza humana. Luego llega el momento de los lamentos. Eso sí, son los conocidos como lamentos indiferentes: en los que haces ver que te da igual, que no vas a seguir malgastando tu tiempo/amor/ilusión/fuerza en hacer lo de siempre. ¿Y luego que sucede? Pues sí, más de lo mismo. Te vuelves a dar una oportunidad y otra vez eliges la inadecuada. Pero joder, sale solo. Y así estoy: con mil regalos que nunca doy por el rechazo de la destinataria, con una cantidad bestial de besos ahí guardados, a los que prácticamente he de quitarles el polvo. Con la ilusión cada vez hecha más añicos y con esas ganas de que lleguen los días sólo para que pasen de una vez...

martes, noviembre 25, 2008

Y tú tranquila

que nada me matará (*)

lunes, noviembre 24, 2008

Que te den

lo que no di

sábado, noviembre 22, 2008

Pero

tus nadas ganaron
a mis todos
pero
mi vida ganó
a tu indiferencia