martes, marzo 17, 2009

Carta de (des)amor

Te echo de menos. No me dabas nada. Pero dejabas que te mimara, que te tocara, que te acariciara, que pintase con pintura transparente mis sueños en tu piel. Al menos me querías. No como yo quisiera que me quisieras pero al menos a veces notaba esa sensación. Como si las mariposas revolotearan en mi estómago haciéndome tantas cosquillas que prácticamente el que volaba entonces era yo. Pasa el tiempo. Y te veo cada vez menos. En realidad eso es un favor. O no. Porque por más que busque, por más que rebusque, todo lo que aparece no consigue borrar esos recuerdos que parece que grabaste a fuego en mi corazón. Tú estás con otro. Tan feliz. Y aún me dices que me echas de menos. Perdóname, pero entiende que no entienda nada. Es lo que faltaba. Se me revuelve el estómago cuando recuerdo el momento en el que me lo dijiste. En el que no hubo palabras. En el que me bastaron mis propios ojos para contemplar que el elegido para la gloria no era yo. Recuerdo cómo lloré luego. Recuerdo cómo te engañé cuando me llamaste y te dije que estaba de puta madre. Estaba de puta pena: llorando, en casa, lamentándome una y otra vez. Por dos años bañados en fe, ilusión, perseverancia y todas aquellas cosas que todos me decían que debía tener para lograr tu amor. Yo no dejé nada de eso a un lado. Creí en ello, pero por otra vía paralela, y mucho más corta, apareció esa otra persona a la que a día de hoy envidio por tener el mérito de conseguir en tres meses, o incluso, menos, lo que yo en tanto tiempo ni rocé. Hoy me toca mentirme y resignarme. Aun cuando te veo, incluso, creo que te puedo conquistar. No comprendo muy bien el significado de tus miradas: no sé si me miras con pena, con amor, con tristeza o con asco. No lo sé ni lo quiero descifrar. Intuyo que es una mezcla de las tres primeras, porque si algo nunca podrás echarme en cara es que te diera algún disgusto, algo que fuera en contra tuyo, algo que te hubiese podido doler. Recuerdo cómo preparé el regalo de tu cumpleaños. Recuerdo que mi mejor amigo me echó una mano y recuerdo que me paseé por todas las tiendas para encontrar todos esos detalles que tanto deseaba que te gustasen. Recuerdo que uno de mis amigos me dijo que ese tipo de regalos se les hace a las mujeres cuando llevas 50 años casada con ella y sabes que su lealtad y fidelidad son tan ciertas como el azul del cielo. Una amiga me dijo que ante tal esfuerzo se derretiría. Yo por entonces sólo pensaba en hacerte sonreír con algo original. Lo conseguí, pero me volví a quedar con esa maldita sensación. Hoy echo la vista atrás y reconozco que a veces te echo de menos. No negaré que cierro los ojos y te veo, y recuerdo el primer tímido beso, el primer tímido abrazo, la primera tímida caricia... Y por más vueltas que le dé, por más que me mueva en la cama buscando la posición perfecta para soñar, sigo sin conseguirlo si no es a tu lado.

0 comentarios: