martes, marzo 17, 2009

Añicos

Cuando hablo del amor me río. Digo que me da igual. Que me la pela estar solo o mal acompañado. Y en cierta manera es verdad. No noto esa ansiedad por estar con alguien a toda costa o por el simple hecho de estar. Eso me da bastante igual. Pero a veces veo a esa gente que prefiere estar con alguien y que ese alguien sea el primero que se le cruce, y me da por pensar. Además creo disponer del don de dificultad. Elijo siempre la menos asequible, la más complicada. ¿Qué cómo sé distinguir entre la "fácil" o la "difícil"? Muy sencillo: cuando, por ejemplo, conoces a dos chicas y ves que una te mira constantemente, con esos ojitos de deseo o vetetúasaberqué y, con tu amigo de turno, eliges la otra, la que apenas te mira pero a la que, ya sea por su misticismo, pasotismo o dificultad, prefieres antes que a la que, hablando en plata, tienes a huevo. Luego ves a tu amigo dándose el lote y tú comiéndote los mocos. Pero no pasa eso solamente en ocasiones accidentales o en salidas nocturnas o fiestas. ¡No! También pasa en lo cotidiano. ¿Que ves que la chica pasa de ti? ¡A por ella! ¿Que ves que hay una a la que sí le haces 'tilín'? ¡Qué le den! Así de gilipollas suena y así de gilipollas llegamos a ser algunos individuos de la raza humana. Luego llega el momento de los lamentos. Eso sí, son los conocidos como lamentos indiferentes: en los que haces ver que te da igual, que no vas a seguir malgastando tu tiempo/amor/ilusión/fuerza en hacer lo de siempre. ¿Y luego que sucede? Pues sí, más de lo mismo. Te vuelves a dar una oportunidad y otra vez eliges la inadecuada. Pero joder, sale solo. Y así estoy: con mil regalos que nunca doy por el rechazo de la destinataria, con una cantidad bestial de besos ahí guardados, a los que prácticamente he de quitarles el polvo. Con la ilusión cada vez hecha más añicos y con esas ganas de que lleguen los días sólo para que pasen de una vez...

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